Noche y día, invadidos por los sueños

Cuando llego a casa con el amanecer a la espalda y el peso de la noche
sobre mis hombros
la casa huele a café recién hecho
bebido con prisas
perdura el eco del bostezo quejoso
la esencia del jabón dudoso.
Cuando me desnudo antes de acostarme
bajo mi luz azul
veo a mis sueños despiertos
darse codazos, reirse, abrazarse como marineros borrachos
para bajar las escaleras
con la tarea cumplida
felices como si se fueran a un cálido pub de Dublin.
Apenas cierro los ojos
apenas cojo una postura de huérfano
me invaden los sueños que despellejan mi descanso
los que secan mi boca con el oxido de la impotencia
los que bailan una tarantela en mi cerebro que solo quiere dormir.
A veces bendigo a mi próstata doliente
que me despierta en medio de una desaforada mazurca sobre mis pieles neuronales.
Orino junto a la higuera
los gatos me miran maullando su sempiterna hambre
Bajando el pedregoso camino vuelven
borrachos como cubas
los sueños diurnos
duermen su embriaguez mientras me ocupo de las cosas practicas
comprar, cocinar, limpiar
automáticamente
cuando me siento con un libro
se desperezan resacosos para entonar su salmódica letanía.
Condenado a su merced, día y noche
menos cuando cocino
pues respetan que no se me pase el arroz.
Puñeteros sueños
borrachines y bailones.
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