Ruta 66. Diez años sin Alfonso.

Siempre tuvimos el loco sueño de cruzar Estados Unidos a bordo de una oxidada furgoneta "Chevy" clásica.
Subir por la mítica ruta 66 desde Los Ángeles hasta Chicago, pasando por Nuevo Méjico para ver a su hermana Cristina. Llevaríamos un Winchester 30/30 colgado sobre los asientos para cazar conejos en Arizona y pavos salvajes en Alburquerque, beberíamos Miller escondidos de la policía. Siempre tuvimos sueños juntos, locos sueños que nos hacían olvidar el dolor de unas vidas sin sentido. Hace diez años que la muerte te encontró en Londres, un derrame cerebral, "un velo rojo", se te llevó. Tu padre me entrego la foto mía que siempre llevabas en la bolsa de viaje, en el Clapton, tirando un café en la época del trueno sobre el volcán en erupción de nuestras correrías nocturnas. Para denostar a los americanos los imitabamos muy bien, no. Como no puedo resucitarte, estoy en ello, te hago vivir sobre el papel, eso sí, juicioso y responsable, alejado del abismo que tanto nos atraía. El milagro de la cueva del Gato marcha bien, lento, pero marcha a su ritmo, que es el mio propio. Diego y Ainhoa, Alfonso y Brenda, pelean por encontrar su sitio y vivirlo en libertad. Por la pantalla del ordenador crecen los hijos que nunca tuvimos, hasta nuestros nietos corretean por Rodanas.¡Que migas hacia Marandiga! Guardame una cerveza bien fría, si es que hay nevera en el Infierno, ah, y dame cita con Marilyn Monroe. Un cósmico abrazo, amigo