Sexo como desayuno para la resaca.
El silencio del amanecer rompe con tu insomnio. Prometiste limpiar el horno y cocinar un pollo campero. Amarillo y granuloso en la nevera, junto al agua fresca que busca mi resaca. Cantan los gallos de San Carlos; tumescente reza mi centro una aceptación. A la claridad de un tímido sol, observo unas gotas de sudor que descienden por la pulida gruta. No hay frontera de algodón. Me arrodillo para rezar al icono rosado de la vida. Al primer lenguetazo, vibras como el despertador de una viuda. Me esmero en la trasmutación del sudor en nectar espeso y salado. Desayuno nórdico. Rascas y frotas, y llega la convulsión que me anega. Corto un guante de goma, cojo un inerte dedo, lo encasqueto en mi locura, suave pero decidido, escupo y entro. ¡Que maravilla la luna, guedeja de seda, aún colgada, mirándose al espejo del amanecer! Amanecer de un sábado lleno de vida: playa nudista, pollo al horno, mercadillo hippie, chupitos de hierbas y cerveza, fiesta en cala Leña. No te despistes, disfruta. No hay nada como un palo mañanero con resaca. Sin compromisos. Ella presumió: "No hay nada como el sexo. Para mí es como el postre a una suculenta comida. A todas horas tengo ganas de sexo y de fumar haschís" Ella hablaba, disfrutaba de la cena y el vino de bienvenida a la casa. Era un anfitrión educado y respetuoso, escuchaba y asentía a todo. Descubrete, habla, que tomo nota.
Fumé con ella una trompeta de dos papeles. Al ensalivar el papel, te demoraste con la lengua gordezuela. Pero estaba roto; destrozado por el puto trabajo. Era jodido ser pobre en el paraíso. Empuje, empuje... las olas de carne blanca rompiendo en mi malecón de mármol venoso. Y me fui, tras enviarte varias veces, me fui al sitio que no olvidaré jamás. Y comimos pollo, nos bañemos desnudos, bebimos, fumamos y reímos. Y a la noche me presentaste al rastafari de tu amor. Bebí cerveza y leí hasta el amanecer, sabiendo que él se iba a quedar. Ya habías pagado su alquiler, me dije, mientras la noche aullaba de placer.



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