Pequeño comercio.

 ¡Ah, el pequeño comercio! Con esta montaña rusa de cierres, recuerdo cuando había bares que no cerraban ningún día del año. Que se pintaban por la noche, en vísperas de fiestas, y se ponían estufas de gas a toda máquina para que la pintura estuviera seca al vermú. Y también recuerdo los domingos en La Almunia. 

 Papeleria-jugueteria-loteria-pasteleria que abría los domingos por la tarde. Acompañado por el "Carrusel Deportivo" aquel hombre, también juez de paz, pasaba la tarde vendiendo de todo. Y había una tienda de discos que también abría. Mientras Don Rafael compraba revistas, para él y mi madre, yo corría a comprar un "single". Los discos grandes vendrían después; ahora, éxitos de los 40. Me gustaba mucho Andrés do Barro "La Pandeirada" cara A y "Teño Saudade" cara B. Cecilia, Juan y Junior, Pop Top's, etcétera. Volvíamos a la finca por Ricla, entre dos luces. Mis padres contentos; habían estado solos unas horas, tenían el hogar encendido, la merienda lista. Luego los pasteles almunieros. Y el "Gran Chaparral" en la UHF, o la 2. Escuchar el single, cenar, y el momento estelar "Crónicas de un pueblo". Quién me iba a decir que 12 años después saltaría desde un avión sobre las tierras de aquel pueblo, Santorcaz. Después de repetir la lección del capítulo sobre los Fueros de los Españoles, tocaba dormir. Que mañana era día de escuela en el pueblo.

Pequeño comercio, sí, entrega y sacrificio. Donde mejor estaban era con la puerta abierta. Oyendo fútbol o haciendo ganchillo, pero atentos a la campanilla. Concluyan ustedes.




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