Empujón al viaje.

 Según transcurrían los días, nuestras conversaciones, bien al mediodía o por las madrugadas, eran más confidenciales, sinceras. Ella, siempre me animaba a perseverar, a salir al mundo. Abandonar aquella isla de náufragos, senda de elefantes, asumida la mortalidad de unos sueños fracasados. Sin que sospechara lo más mínimo, sus palabras golpeaban mi conciencia, y mi mente trabajaba en otra longitud de onda. El encanto, la magia, se convertía en un trampantojo desdibujado. No es que no existiera, no; es que no era visible para mis agostados sentidos. Ella se iría en septiembre. Volvería el matrimonio rumano. Tan primario. Trabajar hasta el mediodía del domingo para ser el rico de su pueblo. Ella, encerrada en la habitación. Tenia que irme de paseo para que saliera hacer la comida y al baño. Y otro invierno en la desaladora con el chapuzas mamarracho de encargado. Tenía que coger impulso. Buscar la forma de conseguir el despido, el finiquito y dos años de prestación por desempleo. Luego, ya vería. Me declaré en rebeldía. Hacia mi trabajo, pero aproveche la primera orden fuera de ley del trabajo para desobedecer y amenazar. Me salió bien la jugada. No me mandaron más tareas. Significaba que al terminar la temporada, me iban a despedir. Improcedente. Sabía mucho, y me iban a dar lo que quería. Así fue. Todo gracias al empujón de L. 

Una conjunción de belleza, deseo reprimido, me llevó a conclusiones que decenas de citas con psiquiatras aburridos, no habían siquiera vislumbrado. Desde su bello culo en contacto con la piedra, supo abrirme la puerta al próximo estadio de existencia. Y no era aburrido, había desfiles de La Perla y Victoria Secret. Regalos de sus amantes, ricos y generosos. Fui como su amigo gay, sin serlo; ya que me regalaba su sensualidad para llenarme. Ahora anda por el Caribe, navegando con su marido, en plan budista. Nunca olvidaré sus palabras.

"Sal al mundo, el mundo siempre está esperando. Y si no sales, si eliges la caverna, lleva al mundo en tu corazón."




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