Mis perros, libres y amigos.
Antaño había un pan de dos moños, uno en cada extremo, popularmente llamados curruscos. Era un pan grande, bien tostado, hecho en horno de leña, que duraba una semana. Un cuscurro y una porción de arenoso chocolate de Ateca; merienda de príncipes. O cortando en la tabla trocitos de tocineta. El perro lanudo observaba a cierta distancia al niño bueno, sabiendo que, satisfecho, le dejaría quitarle de las manos el último trozo. Era un acto de pura comunión entre amigos.
El niño crecerá y se hará cazador. A otros perros entregará las entrañas de liebres y conejos. Luego se volverá bastante gili y hasta regalará al único perro que compró y con pedigrí escrito. Pobre Eric. Elegido para compañero de triunfo y victoria, y, daño colateral del desastre. Fue adoptado por una bella persona con un gran corazón.
Luego vino la etapa de reconversión intermedia y un cachorro salvado de la muerte. Maki. Aunque solía acompañarme y esperarme a la puerta de bares, tiendas, biblioteca...era libre de callejear por todo el pueblo. Cuando trabajaba en Rodanas, un día me lo encontré llegando por San Nicolás. Qué diablos...
Quise despistar su instinto cuando cargué el coche y me lancé a la aventura ibicenca. Al salir de la Atmósfera Cero estaba en la puerta.
"Maki...a casa"
Tomo el bajo palacio volviéndose a cada rato. Casi me hace volver a casa...
Pero estaba muy muy jodido, asustado incluso, al borde del abismo. Era el momento de empezar de nuevo. Al menos iba limpio de alcohol. Por un tiempo...
Además sabía que Maki era listo y sabría buscarse la vida. Como así fue. Encontró casa y cariño; cosa que no podía darle por mucho que hubiera querido.
Pasaron más de 16 años y volví. Al poco ya estaba enganchado al trinque etílico. Primero en el bar y luego en soledad. Una litrona fría y dos de vino barato. Una nevera del contenedor rellena de paja húmeda por el rocio para el vino. La cerveza caía con la comida. Llegó Bigotes y me acompañó. Memorables partidas de pelota los domingos en la pared de la cooperativa. Pasé el verano en un delirio de vino, lectura y un transistor chino.
Bigotes salía y entraba, nunca pedía nada. Y para el Pilar la cabeza me voló...
Nadie me dijo nada, nadie me amenazó, ni me habló de nada. Pedí hora en el ambulatorio y comenzó la lucha. Venía en el autobús y Bigotes me esperaba. Ya tenía sus cuencos llenos, agua y pienso. Me tomaba las pastillas y salíamos a correr conejos. No habían arrancado los frutales, no salía nadie con perro por la zona. A veces estaba muy animado y nos íbamos de paseo largo. Casa Mareca, azucarera, Dehesa Nueva...
Una década sin escándalos de borracho conocido. Una pequeña victoria.
Cuando estabas porque estabas; cuando no, porque te esperaba.
Y un día no volviste. Te traje y te di morada bajo la gran higuera.
Y cuando venga la sombra negra o la dama blanca, cuando sienta que el "The End" este a punto de cerrar está comedia, me emborracharé de tu recuerdo, pequeño gran amigo.
No pido más...unos segundos viendo como me esperas.
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