Ibiza Caníbal
Ibiza Caníbal. Un capítulo cualquiera.
Me despertó el bullicio de la piscina. Debía ser mediodía. Desde que me había aficionado a los X no tenía apenas resaca. Unos J.D. o J.B. y agüita mineral. Los billetes de 500€ de la vieja Biblia, escondidos en su portada de cuero, fruto de la extorsión a mí ex jefe, iban menguando. Bueno, una mañana madrugué, cogí los papeles y me acerqué al SEPE. Me concedieron el desempleo por seis meses. Pero acercándose la temporada de verano, pronto recibiría cartas de posibles empleos. Mientras me duchaba decidí emplearme yo mismo. En la noche, claro; como transportista, por supuesto; me daba igual llevar prostitutas a hoteles o villas, mansiones, apartamentos, o cuevas a pie de playa. Llevar, cobrar, y recoger de nuevo, sin tener que usar la porra de madera ni ponerme duro. O llevar pequeñas cantidades de droga de un sitio a otro. Tenía cierta bula policial y sabía utilizarla.
Mientras comía en la cafetería pensé en empezar ya mismo. Pero primero me daría un voltio por mis playas favoritas. Que sentido tenía vivir en Ibiza y no contemplar a bellas mujeres en mínimo tanga jugando a palas o espatarradas en las tumbonas. Era un buen abrir de boca a la locura de la noche.
Cogí mi perolo y me dirigí a Sa Trinxa. Era junio pero estaba a rebosar de ambiente. Música ambient trance lo adornaba todo. En la barra uno de los habituales se alegró de que rompiera su aburrimiento.
--J. Me habían dicho que trabajabas en la construcción de furgonetero.
--Sí. Me dio por ahí. Pero acabé más que harto. Ahora estoy en desempleo. Pronto me colocarán de lavaplatos en algún hotel los del SEPE.
--Y mientras tanto…lo de siempre.
--Pues sí .
--Seguirás teniendo el 205.
--Claro. Andando no he venido desde Santa Eulalia.
--Pues yo he venido en autobús desde Vila. Y tengo un encargo.
--Te retiraron el carnet, claro.
--Me retiraron el carnet y me embargaron el coche.
--¿Sigues de guarda perros en San Rafael?
--Sí. Pero tengo una movida de X y MDMA para el Alteración Beat. Del K-5. Te apuntas?
--¿Quién mueve?
--El Seco.
--Me apunto.
Así qué dejemos pasar el rato fumando un poco de hash y viendo aquellas bellezas.
Tras la puesta de sol nos fuimos al K-5. Allí el Seco nos dio en el almacén la mercancía y la distribución de ganancias. Por mi parte compré 10 rulas de X que me gustaban: Rolex, suaves e inmejorables para follar.
En la rotonda de entrar a Vila había una muchacha con vestido veraniego y una mochilita a la espalda. Cuándo paremos se acercó y pidió que la lleváramos. Al momento ya estaba dentro.
--Hola. ¿Os gustaría follar conmigo?
Dijo poniendo su cabecita linda entre los asientos.
--Ostia, ¿A cambio de qué ricura? ¿Dinero, drogas, un techo y comida?
--Tú dirás.
--Nada de nada. Tengo pasta y tengo mis drogas. Estaba en el apartamento y me he puesto cachonda viendo una película. Así que me he duchado, vestido y me he acercado a la rotonda. De caza. Os he visto en este trasto con pegatinas ibicencas y me he dicho: a por esto dos maduritos con pinta de golfos viciosos.
Se reclinó hacia atrás abriendo bien las piernas. En la otra rotonda miré y su coño depilado me sonreía medio abierto.
--Bueno, xiqui. Vamos a tomar algo al Alteración Beat y luego vamos al lío. A tu villa M. no?
--Claro. Pillamos dos de cava fresquito y nos enrollamos.
Hicimos el negocio y le pedimos al Cúster dos de cava en una bolsa con hielo.
A San Rafael. Los dueños no venían hasta julio; así que la villa se encontraba a nuestra disposición. Una gran piscina con rocosa cascada y una habitación con cama redonda y espejos en el techo.
La xiqui nada más bajar del coche se desnudo y se tiró a la piscina. Nosotros nos metimos dos bolitas de MDMA y nos pusimos una copa de cava. Al rato nos estaba llamando:
--Eh, tíos, ¿a qué hemos venido, eh?
Así que nos desnudamos y fuimos a la piscina.
Ella debía ser una adicta al porno. Nos sentó en el borde y comenzó a trabajar con la boca nuestros miembros. Cuándo la erección se impuso se curro los concejales y los chiquitos. Con el MDMA puede pasar cualquier cosa. Está vez no hubo sorpresa y cumplió su papel. Una erección fuerte, consumada, lejana al orgasmo. Un sentimiento de felicidad sensorial, volátil, pero contundente.
M. se puso detrás y la penetró. Me pareció muy salvaje y bestial el sexo sin protección. Pero, qué coño, ella había dicho que estaba limpia. Así que me relajé. Subimos a una tumbona y ella sacó un tubo de crema de la mochila que se aplicó en el bonito culo. Se sentó sobre mi duro miembro y abrió las nalgas a M. M. que no era tonto ni novato introdujo un dedo y contempló la exploración. Limpia. Era una chavalita llena de secretos. Así que con dificultad logremos encajar las piezas y poner en gimnástico movimiento el engranaje. No era chillona. Era de las de ronroneo. Tanto que le miré los brazos buscando marcas de picos. Nada. Sus pezones me taladraban el pecho y la sensación de la D.P. era muy fuerte. Nueva. Así seguimos hasta que entremos en la casa y fuimos a la habitación circular con cama redonda y espejos. Reforcemos la química con un Rolex por cabeza. Nos puso de manera que nuestros miembros se juntarán y pudiera lamer, chupar, tragar, los dos a la vez. Luego seguimos, seguimos, con las dobles penetraciones, y toda la pesca. Al final, oh, milagro , conseguimos soltar nuestro esperma en su carita de ángel.
Nos duchamos juntos, entre risas. Abrimos la restante botella de cava viendo amanecer por el Dalt Vila. Ella contó algo de su vida.
Era natural y residente en Barcelona. Su madre tenía una boutique en el paseo de Gracia. Divorciada era más puta incluso que ella. Ella a sus veinte años sólo era ninfómana. Empezó a acariciarnos para un segundo asalto. Como no respondíamos a su premura, nos llevó a la cocina. Abrió el gran frigorífico y nos indicó que metiéramos el trasero lo más cercano del frío. Luego cogió un vaso y lo lleno de agua caliente. Fue introduciendo nuestras pijas hasta que comenzaron a elevarse como antenas de caracol tras la lluvia. Se arrodilló y comenzó la labor. Ya restablecidos nos introdujo una pastilla rosa en la boca: Viagra.
Así que seguimos y seguimos. Le di dinero a M. que fue a comprar comida preparada con mi coche. Era diez años más viejo y me temblaban las piernas como a un yonki viejo. Ella lamía y me cabalgaba ronroneando como una gata. Cuándo tuve amago de orgasmo me subió la bilis y tuve que correr al baño. Basta.
Cuándo volví al salón en la gran televisión se reproducían escenas porno protagonizadas por ella. Ella que enfrente de la pantalla se introducía un dildo negro gigante y seguía ronroneando.
En cuanto comí algo y recuperé algo de fuerzas se la endilgue a M. y me largué. A dormir un día o dos.
Un día la vi en un programa de entrevistas. Un tertuliano la medio desnudaba.
¡ Qué suerte tenía de ser gay!
Aunque con aquella loca del sexo.
¿Quién sabía qué podía pasar?
Comentarios