Guerra de Vietnam
Si desde muy niño supe que mi padre había estado en una guerra civil; que era la peor guerra posible, hermano contra hermano; también, un poco más tarde, me dejé hipnotizar por la primera guerra puramente televisiva: Vietnam.
En aquella televisión en blanco y negro con un solo canal, los soldados norteamericanos heridos, embarrados, bajando de aquellos pintarrajeados helicópteros y adentrándose en la jungla me atraían de forma extraña.
Tendrían que pasar unos años para que el cine sobre la guerra de Vietnam, me atrajera de forma contundente.
Antes de las superproducciones: Apocalypse Now, El cazador, Platoon, La chaqueta metálica, y, considerando a Los boinas verdes un panfleto pro imperio, a Rambo un cómic, y Desaparecido en combate una de Chuck Norris, otro cómic bélico inverosímil; sólo hubo un cine posbelico basado en el regreso a casa y la escasa salud mental de los excombatientes. A tener en cuenta: El regreso, con una Jane Fonda muy implicada a nivel personal en contra de la guerra. Y una maravilla de Robert de Niro y Ed Harris, Jacknife.
Una guerra extraña, exótica, donde EEUU sufrió una incongruente derrota.
En mis horas de espera en el Estado Mayor leí libros sobre Vietnam y tesis de altos mandos que habían sentido la atracción de estudiar aquella confrontación entre el todopoderoso imperio USA y un pueblo de campesinos que vivía en cabañas y se alimentaba de arroz y carne de rata. Soy consciente de la ayuda de la China y URSS comunista. El único objetivo del alto mando norteamericano bajo mandato presidencial de Kennedy, Johnson y Nixon fue ayudar al corrupto Vietnam del Sur a frenar la expansión comunista.
Aparte de los 58.220 soldados caídos norteamericanos, ¿Se imaginan el aprovechamiento de los 140.000 millones de dólares en actos de guerra, más otros 60.000 millones en costes indirectos en suelo propio?
Recuerden la pobreza de los años 70 y los alzamientos por cuestiones raciales.
Sí. Mientras los norteamericanos establecían sus bases militares en España y hacían entrega de leche en polvo en colegios españoles, en su propio país había niños, negros y blancos, con signos de desnutrición.
No obstante quería ir por otra senda: la social.
Me siento totalmente abducido por aquella Norteamérica de la contradicción. De los que voluntariamente y demostrando un patriotismo infantil marcharon a combatir y volvieron destrozados, Nacido un 4 de julio, valdría de ejemplo. Así como con los que quemaron su cartilla de reclutamiento, se fugaron a Canada y acabaron trabajando de camareros en Torremolinos. Me encanta esa postura poskerouac del vagabundo autostopista a dedo o a lomos de una chopper. Jim Hendrix, Janis Joplin y Dylan enchufando la guitarra. La oscuridad de The Doors y la locura de Frank Zappa. Fui un privilegiado por vivir aquella década de las flores en las bocas de los fusiles y la reflexión y pregunta schopenhaueriana:
Aprovecha esta cerveza, esas piernas que se abren, la maravillosa música, pues un día llegará el horror.
Y el horror llegó. Y le dimos una paliza...
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