El internado
En poco tiempo me quedé solo. Los padres recogían a sus hijos a la hora de salida. Cargaban maletas, bolsas, el colchón que era en propiedad de cada alumno. El internado se llenó de rostros alegres, campechanos, en su ropa de domingo. Era un internado donde la mayoría pertenecía al ámbito rural: Monegros, Cinco Villas, Ribera del Jalón, de toda la geografía zaragozana. Hijos aplicados que merecían la fuerte inversión de sus padres. No todos, claro. También estábamos los "viva la virgen" y salga el sol por Antequera.
Mis dos paisanos se fueron con sus padres.
"Nos vemos por el pueblo"
Poco a poco; me quedé sobre el colchón doblado, solo.
Todo el dormitorio vacío. Los somieres desnudos enseñaban sus entrañas de muelles de metal.
Apretaba el cálido junio. La sensación de abandono me sobrecogió.
Recorrí las aulas vacías. Las anécdotas y rostros me venían a la mente.
Insoportable.
Habían pasado tres cursos entre aquellas paredes. De las lágrimas del primero; a la chulería rebelde del último.
Podía haber incendiado todo. No había ni profesores, ni el "pastor" que vigilaba los recreos y horas de estudio. Nadie.
Como el chófer que tenía que recogerme no era en absoluto de fiar; sino un borrachín sobrino del "amo" que se bebía el vino de los jornaleros. Que tenía harta y quejosa a mi madre que limpiaba sus vómitos y aguantaba su mal humor resacoso; decidí subirme a Casablanca.
Teníamos el mismo recorrido; así que, en caso de venir, nos encontraríamos.
Compré un paquete de Lucky Strike en el estanco y me senté en la terraza de un bar.
¡A la mierda tanto comerme el tarro!
-Un cubalibre de ron-cola, por favor.
El bar estaba vacío. La tarde era cálida, sofocante, amenazaba tormenta.
¡Que novedad.!
¿Acaso mi vida no había sido otra cosa?
Que diablos. Me esperaba un verano de trabajo en la finca. De chófer, destetando los borregos, cogiendo fruta. Las piscinas, las verbenas, las chicas de mi pueblo guapas a rabiar.
Pedí otro cubata y encendí un truja.
Al rato enfiló la subida el Land Rover beige. Apuré de un trago el resto y tiré la colilla. El semáforo en rojo. Abrí la puerta y me introduje en el futuro. Su peste de vino chocó con mi peste a ron. Sin hablar fuimos a recoger mis utilerias de estudiante. Se encendió un Celtas corto y saqué un Lucky. Me miró con asco o, ¿ era un espejo donde me miraba?
Siempre ha habido categorías.
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