El esquileo.

 Hubo un tiempo en que los esquiladores eran de Teruel y la maquinaria funcionaba a gasolina. Eran ex mineros bien bragados y con fuerte riñonera. Entonces se esquilaba en el corral habitual, no hacía falta nada más. Ya escribí un relato. Al funcionar con electricidad tuvimos que llevar al ganado al pueblo, una vez a Lumpiaque. Un zagal como era disfrutaba desde el amanecer hasta el regreso. Sentía estar viviendo una peli del oeste. A lomos de Chamaco, resignado burro, creía cabalgar un brioso mustang. Bajábamos por el barranco hasta la gran balsa. Luego, entre huertas, entrábamos al pueblo. El dueño del corral había buscado peones, atadores y recogedores de lana. A mi me asignaron la lata de carboncillo molido para los cortes sangrantes. Al mediodía mi madre traía comida para un batallón. Y mi padre me daba dinero para comprar una caja de farias y una botella de anís para echar al botijo. Agua fresca con anís, bebida energética sin parangón. Entraba al bar y todo el mundo me miraba. Con pantalones de trabajo azul mahón, mi camisa rayada y mi gorra de maletilla a cuadros. Todo hecho por mi madre en la Singer con telas de Forcen. Los jugadores de guiñote se preguntaban: y este chaval?

-El de Manolo y la Sara. De la Dehesa Nueva. Han bajado a esquilar. 

Cogía la botella y las farias y regresaba al corral donde los hombres andaban con el café. Excelente café brasileño que mi madre llevaba en un termo de dos litros. La tarde pasaba sudorosa. Se notaban los esfuerzos por acabar con todo el trabajo. Mi padre, nervioso, se sacaba un sobre de la faja, y pagaba el trabajo. Digo nervioso porque tenía una relación muy extraña con el dinero. Igual era el único día del año que llevaba dinero encima. 

El ganado liberado de la lana y con ganas de regresar a su terruño, comenzaba una carrera a una velocidad sorprendente. La gente que volvía de los huertos, nos miraba con sorpresa en el rostro. Mi padre se rezagaba, cansado, mientras a lomos del burro conducía al rebaño hacia la dehesa.

 En cuanto entrábamos en tierra conocida, se extendían como agua mansa y pastaban el rastrojo rico en grano. 

Esa noche dormíamos a pierna suelta. 

Mi padre no sé en qué soñaría. A mí la mocedad en sangre me decía que en ese pueblo debía haber chicas preciosas para bailar en fiestas. En unos cinco años lo comprobaría. Vaya si lo comprobaría.


"Bella sin alma....🎼🎶

Dedicado a Chus.


"Manolico y el esquileo" en el blog El desertor del Paraíso.




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