Supervivencia.
Aunque no empuñemos armas, somos guerreros. Caemos y nos levantamos, una y mil veces. En una mano el corazón y en la otra nuestra gastada alma, dispuestos para la aventura de la vida. Sin miedo a la derrota, izamos las velas, esperando un viento a favor. La mirada buscando puerto, ilusionada o anegada en lágrimas. El ser humano es un navegante solitario. Aun en la compañía, que se agradece, nuestra lucha se libra en mares de soledad. Como Santiago contra los tiburones en "El viejo y el mar". Es la ley más común: la de la supervivencia.
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