Pequeñas grandes rupturas.
Rupturas como mares de tristeza.
Tienen la solidez del acero.
Como cohetes van hacia la nada sideral.
No hay equivocó ni desvío.
Línea recta hacia el olvido.
¿Y esas rupturas sin explicación?
Estábamos tan entregados.
Sin planear nada.
Gozando de habernos encontrado.
Y un día cada uno coge un camino distinto.
Quedándome con unas cartas borrosas de tanta lágrima.
Aquella huerta de aquel verano.
Nos abrazaba y bendecía dándonos su dulce cobijo.
Me duelen los labios y las manos.
Heridos en repentina ausencia.
Ya sólo queda la misma luna.
Como testigo de nuestra furiosa entrega por comernos el uno al otro.
De las pequeñas rupturas se queda el alma como un queso gruyere.
Las grandes son entendidas.
Cerebrales como filósofo que golpea su cabeza contra la pared.
Sabiendo que tiene razón cuando piensa que el mundo y la vida son juez y parte de la misma desgracia.
Mares inabarcables.
Dedales de diamante de intermitente brillo en recuerdos finales.
Tan nimios e imborrables cual suspiro de aburrido ángel.
Cuadro Los amantes. René Magritte.
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