Para ellas no hay descanso.

 Salgo a pasear al perro, feliz entre las matas busca un infeliz gazapo para completar su dieta calórica. En una terraza una mujer cuelga en el tendedero la colada. Y mi imaginación se dispara. No, no en el sentido de formas y curvas, no. Mi imaginación piensa que igual está divorciada, que tiene un padre viudo, un hijo, trabaja en una empresa o en un supermercado. Día del Trabajo. Pero ella no para. Su actividad a lo mejor ni siquiera la deja desayunar tranquila y escuchar las noticias o los 40 con un cigarrito. Preparar desayunos, airear habitaciones, investigar en la nevera un posible menú. Igual tiene sueño, porque estuvo, cuando todos dormían, estudiando tutoriales en Youtube para que su pequeño no la tenga por un 0 a la izquierda en informática. Siempre poniéndose al día. Ayudando en el paso siguiente. Estudiando las medidas de convivencia y precaución con la pandemia del coronavirus. Con un poco de suerte tendrá puente en la empresa hasta el lunes; o no, pues tendrá que trabajar mañana sábado en el super, y el domingo hasta mediodía. Recoger la mesa, fregar los cacharros, y un café cámara con las amigas. Luego tender la ropa que dormía olvidada en la lavadora, limpia y perfumada, ajena a tanto trajín y contingencia. A la noche quizás haya un cansado intercambio sentimental de pasajes y esperanzas. Y el sueño que se agolpa en los parpados como losas de realidad. La casa callada; el último cigarrillo antes de lavar los dientes.

Para mi, que soy un sabiniano ácrata, descastado, que vivo manga por hombro, que solo hago la cama por debajo, y que me ducho cuando me pican....en fin;que mi admiración por estas mujeres es enorme. Por su espíritu de sacrificio, por tener en cada desayuno una sonrisa o un reniego, es igual, según el momento. El mundo sería una pandemia caótica sin estas anónimas mujeres. No tengo ninguna duda, entre sus muchas obligaciones, está la de encender el sol, bailar para que llueva, y todo con ponerse en pie, cada mañana, con una sonrisa o un exabrupto. Pal caso de Tauste, que nadie es perfecto, pero cumplir, todos cumplimos, hasta los locos. 


Ey, mundo, estoy aquí, esperando a ver cómo me tratas. Se clemente, o te moleré a escobazos con mi escoba de los sueños.



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