Heridas abiertas.

 Las heridas que nunca cicatrizan. Ocupamos los deseos en bañarlas con sal y pimienta. Ansiamos ese rayo perturbador que nos tortura. Rodamos desnudos por el lado equivocado de la colina. Aplastamos amapolas y margaritas, para aterrizar besando a los cardos borriqueros. Se lavan mis ojos cansados en el viejo pozo de la poesía. Para encontrarme con las ajadas manos llenas de vidrio roto y brujas horas volátiles en éxtasis químico. Cerrar los puños en Himalayas de ignorancia. El trueno en la montaña y el perro viejo en la cabaña. Dios bendiga a los llamados equivocados. Suya será la luz al otro lado..



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