Etapa 1
• Debería haber ido al médico. Unas pastillas, unos días de baja intensidad en el trabajo y seguir con mis lecturas y cuadernos. Pero ahí estaba la llamada de la autodestrucción obligándome a cerrar esa etapa. Bebida sin control. Ingresé en el hospital por urgencias con coma etílico. Me detuvieron los hombres de verde con la espada luminosa de jedis. Alcoholemia 2'4 . Juicio rápido y retirada de carnet por un año más multa arruina pobres. Depresión. División de opiniones: B. quería que me tratasen profesionalmente. I. quería que me largase con viento fresco. Decidí arreglar las cosas en el pueblo. B. me entregó todo el dinero de su bolsillo, el taco entero. Recogí mis vestimentas, aseo, libros, y bajé al puerto a sacar un billete. Compré un pollo asado, pan, un pack de 6 cervezas y me fui a la playa de Es Cavallet. Allí esperé la hora de embarcar hacia la península.
• Ni siquiera pasó por mi cabeza que estaba asegurado. Que debía pedir el desempleo. Nada. Sólo cerrar aquella etapa y abrir la siguiente. Olvidar el primer año que, sin electricidad, viví como un príncipe. En aquella mansión con piscina, chimenea, pasaba la semana en soledad acompañada con Rocky y Nara. Dos pitbull super cariñosos. Digo el primer año porque con la llegada de la electricidad la villa se hizo más solicitada y habitada. El salario siguió siendo el mismo y las obligaciones aumentaron en cansancio y sudor. B. tuvo que traer la electricidad soterrada bajo el camino desde Privilege. Trabajo sin horario. Luego construir un merendero independiente. Más trabajo de peón por el mismo salario. No todo era negativo. El arcón congelador estaba a rebosar de entrecot y bistecs a mi disposición. Buenos riojas reserva. Un cliente del club era carnicero, así que…
• También intentaron que la villa fuera club de día. Fue un fracaso rotundo. Allí estaba este servidor con 10 reales hembras en la piscina en topless esperando que sonará el timbre.
• Creo que tres veces llamaron. Luego tenía que llevar a cuatro que trabajaban en el club del puerto. En mi perolo marrón con matrícula de Zaragoza.
• Las que se quedaban me hacían encargos para el Hiper Centro de comida y bebida. Así que cenaba y bebía gratis. Y, bueno, ejem, ejem…conseguía lo demás que no sólo de pan vive el hombre.
• Sólo recuerdo que me torturaban con aquello de:
• --Tu de joven…la ostia, no.
• --Aun no tengo los 40. Estoy con vosotras todo el día como potro en cuadra. Estoy que pateó.
• Y raya va, raya viene; ron cola, música, hasta que se fundían los plomos a la noche.
• Llegó ese invierno y entré en fase sal o muere. Lo mismo que con el Clapton, con mi casita del pueblo: sal corriendo y evita la soga.
• Así que frente a la playa desierta recordé mujeres y momentos esperando la hora de embarque.
• Llegué a Denia en noche cerrada. Puse una cinta de los Doors adecuada a la lluvia que caía con fuerza. Al atravesar pueblos veía algún coche de la guardia civil apostado. Al compás con Jim Morrison rezaba por qué se mantuviera la lluvia y no me detuvieran. Por llegar al pueblo. Y a las 4 de la mañana llegué. Casualidad de casualidades; al ir hacia mi casa salía de la suya Fernando (q.e.p.d.) hacia la panadería.
• --Bla, bla, bla ¿Sabes quién se ha muerto hace poco?
• --¿Alfonso?
• --Sí. Ya lo sabías, no?
• --No. Pero lo imaginaba.
• Llegué a casa. No tenía las llaves. Para que no gastarán en alquiler se la había dejado a un matrimonio que llevaban un bar. A cambio de cuidarla. Jajajaja.
• Levanté la persiana y empuje la ventana. Entré como un ladrón. Habían cortado la electricidad. No estaba la televisión ni el vídeo. Todo patas arriba. En un cajón encontré una vela que tenía mi madre para los apagones. Abrí el grifo y había agua. Así que fui a la cocina y prendí el calentador a gas. Me duche, afeité; incluso rescate una bolsa de té. Ya no era mi antigua casa. Había sido mancillada. Amanecía y abrí la puerta de la terraza. A su luz , debía ser la falta de alcohol, el Cristo en la pared sonreía.
• --Hermano, tranquilo. Al próximo viaje te vienes conmigo. Te lo prometo.
• Y durante catorce años me acompañó en las 8 casas donde colgué mi sombrero.
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