Valero



Había noches que, tras dormir unas pocas horas, despertaba sobrecogido de ansiedad. Prácticamente, me ahogaba entre espasmos. Inútilmente trataba de controlar el ansia, pero no podía. Había ido al médico, a la farmacia, pero no encontré solución a mis agobios. En verano puedes coger y echar andar hasta calmarte y controlar la respiración. Pero en el crudo invierno en la madrugada ¿Dónde voy? Pues a la panadería de Valero que la tenía a tiro piedra. Valero me abría, nunca preguntaba nada, y escuchando la radio, entre charrada y charrada, recobraba el ritmo pulmonar para sentirme bien. Luego cogía una barra de pan y marchaba a casa a preparar el desayuno y hacer alguna cosa hasta la hora de ir a trabajar. A veces, trato de ser justo, por no ser pesado, me subía a la panadería de Fernando que también me acogía sin impedimento alguno.La ansiedad se fue como vino, desapareció y no volvió. Pero hoy que nos has dejado, estimado Valero, quería darte las gracias por aquel refugio que me abrías cuando más lo necesitaba. Y para que se sepa.
Hoy los joteros tienen que estar felices allá arribica en la gloria, pues tienen a uno más para rondar por el cielo.

Que la tierra te sea leve, Valero.


 

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