Trenes sucios hacia el norte
En una de mis escapadas mochileras, tras cerrar los bares de Pamplona, acabé en la estación. Acabé con el patxaran y la paciencia del camarero, y ante la perspectiva de dar razón a la policía nacional, cogí el primer tren a Vitoria. Allí llegué un poco más calmado; aunque con una resaca de cuidado que calmé con unas cervezas y chupitos de DYC. Ya tranquilo me cogí un cercanías al Goyerri. Bajé en Ordicia. Había visto el documental sobre Yoyes, la etarra arrepentida que fue asesinada por sus antiguos compañeros al volver a Ordicia, su pueblo. Un pueblo lleno de pintadas, carteles, y fotografías de presos. Aquí, o me hago el loco trotamundos, o no salgo vivo. Me compré una botella de vino, pan y tocino blanco en un colmado. Me senté en un parque y me coloque los auriculares de la pequeña radio. Una tarde agradable al sol. Los niños jugando; las mamás comían pipas y hablaban en un euskera muy rápido. Acabada la botella; me quedé pajarito.
Al despertar, no había nadie. En los edificios de pisos se encendían las ventanas y...me vino a la cabeza que en casa tenía una lata de callos, clarete de Martín Rodríguez, y leña para encender la estufa. Fue una sensación de orfandad que no apagaría ni cientos de tragos. Me hubiera gustado ser Superman o un bendito ángel para alzar el vuelo, y comerme unos callos, beber mi buen clarete, viendo la leña arder. Tuve suerte. Me paró la nacional y uno de los policías era de Ricla. ¡Toma ya!
Me llevaron a tiempo de coger el tren de Irún-Barcelona. Escuchando a "Platero y tú" con una pareja de fugados de casa, ella era calé y él payo, lleguemos a Zaragoza. No podía esperar al tren de la mañana. Así que cogí un taxi. ¡Dios! Que felicidad al entrar en mi humilde morada. Encender, calentar, servirme el clarete; al rato, Maki llamando, contento de mi vuelta. Que plenitud. Eran los tiempos en que siempre regresaba. Necesitaba regresar. Como la ultima vez, imperiosamente, con todas mis fuerzas.
Te comprendo, Bigotes. Cuando pasaste aquella noche de invierno en Salillas. Bien recogido, alimentado, pero...¿a saber que pensarías? Tan lejos tan cerca de mi; pero, perdido.
Y todo se conjuro para que te fuera a buscar.


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