Tiempos duros.


Salgo a las 23:00 PM y vuelvo a entrar a las 6:00 AM. Es ilegal pero hay que comer. Andando. Mi R~5 decomisado y descansando en el depósito municipal. Camino bajo la luna pasándome la lengua por las encías. Estoy alcoholizado. Otra vez con el mandril aullador en los oídos. A mi pituitaria llega la fragancia de la carne asada de los restaurantes. El negro vino que tinta la fina copa y sacia la sed. Salivo el polvo del camino. Debo 900€ de alquiler. He quemado la primavera con el dinero del invierno. A joderse. Suerte de que nadie quiera este trabajo. Llego a un vallado donde relincha un caballo. Lo llamo al estilo de mi tierra, acude y se deja acariciar la noble cabeza. Nos miramos a los ojos. Viejos, cansados, solos en la pacífica noche. Me dejo caer al suelo. Saco la pequeña radio y un cuscurro de pan duro. Doy cabezadas eléctricas, ráfagas de sueño y flash de pesadilla. Caigo al pozo profundo de las horas muertas. El relente frío me despierta. Las 5:00 AM de un domingo laboral a precio de lunes. Me despido del caballo y emprendo el regreso al trabajo. Al ruido de las enloquecidas máquinas. El precio del pan y la sal, el agua y la luz, el techo y la calma. El dominicano ha tenido visita, huele a sexo y ron. Me deja un cuarto de Havana 7, me deja a cargo del fregao. Mezclo el ron con leche y para el infierno que voy. Ducha caliente, ropa grasienta, al tajo. En la radio suena Horses de Patti Smith y con élla me entrego al enemigo de mi libertad. Ya despunta ignorante el sol por Es Caló.

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