Paternidad.
La realidad frente a la invención es como enfrentar a un bull terrier con un ratonero en un círculo sin salida. En Barcelona, a diez pasos de mi pensión, estaba el pub Vis &Vis. Julio y Julia. Tenía mesa de billar americano. Enfrente el Banco Zaragozano. Me levantaba sobre las 5. Cuando terminaba " El Perfil del Ruedo" de RNE Radio 3. Ducha, cajero, y desayuno, comida, merienda; la cena era el picoteo con las incontables cervezas. Al cerrar el Magic, ya estaba abierta la panadería en los bajos de la pensión. Vendía porciones de pizza y unas botellitas de tinto. Y con ese fin de fiesta; me iba a la cama. Unos días dormía; otros, saltaba de la cama y me iba andando a la Barceloneta, al Rompeolas. Auriculares y antiparras negras. Aislamiento.
Hasta que una inglesa puso su moneda en el billar. Una regordeta profesora de inglés, originaria de Yorkshire. Me siguió en toda mi ruta bebiendo gin tonic. Y acabemos con la vieja cama de la pensión. Alambre y tablas de una caja del mercado. Asunto arreglado.
Llegó la navidad y volví a casa. Me quedé en mi útero (habitación) leyendo y escuchando radio. Salía a emborracharme algún finde. Pero en mi habitación estaba muy a gusto. Me habían dado por imposible, irremediablemente perdido; y gozaba de la paz del silencio. A la tercera embolia cerebral; mi padre quedó vegetal. En el Hospital Militar hacia guardia nocturna, mientras mi madre dormía en una cama turca. Al amanecer cogía el tren y volvía a mí habitación. Vodka. Dormir.
Trajeron a mi padre a casa. Cuestión de tiempo. Seguí con mis noches vigilantes. Una mañana pasaron Julio y Julia. Eran los únicos que tenían una tarjeta con mi dirección. Casualmente, mi tía Esther estaba en la casa ayudando a mi madre. Abrió la puerta y les explicó las circunstancias.
-"Bueno, nada, no lo despierte. Sólo que le diga que ha sido padre. Eso dice la madre. En fin en este papel está la dirección y un teléfono. Nos vamos. Que vamos a Madrid a una boda"
Mi tía me lo relató todo. Y, bueno, nunca he tenido el más mínimo sentimiento paterno. Me gusta ver qué hay niños en los parques. Pero de ahí no paso. Así que sin leer el papel, lo rompí y arrojé a la basura.
Solo me crié; solo espero morir. Mis padres nunca pasaron de Manolo y Sara. Lo hicieron como mejor supieron y pudieron. Pero no cambio para nada su vida tener un hijo. Fui errante de una casa a otra; en unas bien, en otras fatal. Luego el internado fue bueno. Igual que el cuartel. Familia y disciplina. Lo que no había sentido nunca. No es extraño que en mi cartilla de licencia (la blanca) pusiera: amor al servicio: mucho; cuando lo normal es que pusiera: normal o poco. Un ácrata con diploma de honor y gran amor al servicio. Mi familia paracaidista legionaria. De ser cierto, mi hijo-hija, tendrá 33 años. Más o menos. No sé dónde vivirá; ni me importa. Eso de buscar y encontrar; abrazos y mares de lágrimas lo dejo para un guión de cine ramplón.
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