Oveja negra.
El círculo era perfecto en la cálida majada. Mi padre, intrigado, levantó el palo y me ordenó ponerme detrás suyo. Como si fuera un cantante pop, las ovejas circundaban a temerosa distancia, algo informe y negro. El temor de mi progenitor era bien fundado. Podía haber sido un zorro o bien una paniquesa (fuina o comadreja) en busca de sangre y calor. El rostro de mi padre cambió del temor al asombro. Sobre sus patas de junco temblorosas intentaba erguirse un recién nacido cordero negro.
El asombro era justificado. Todo el rebaño lanar era blanco. Pero por milagro genético ancestral, había conjugado una lana oscura.
La madre, remisa, observaba, manteniendo la distancia, su fruto.
Por mucho que mi padre lo acercará a la ubre llena de leche; obtusa, con el morro, lo apartaba.
El cordero necesitaba la primera tetada. El proteico calostro. Era fundamental para su supervivencia. Así que mi padre la ordeñó y me tocó en suerte darle alimento con una tetina de goma. Cuatro veces al día. La primera y última mi padre. Las dos entremedias yo. Debía tener 8 años. Era navidad. Me fastidiaba dejar mis nuevos juguetes y bajar a la majada. La oveja, castigada, estaba amarrada al pesebre a paja y agua. Esperando que brotará su instinto maternal. No hubo manera. Volví a la escuela en el pueblo y mi madre me sustituyó con el biberón.
Pasaron los años. Sin quererlo o sin darle mayor importancia; me obsequiaron con el apelativo de la oveja negra de una familia más bien responsable. Lo intenté. Seguí los pasos adecuados. No hubo manera. Me ahogaba tanta responsabilidad y seriedad. Me llamaba la embriaguez, la noche y sus lunas. Debería haber sido músico. De jazz o rock. Para vivir bohemio, vagabundo, a mi manera...Hice lo que pude para preservar mi identidad. A veces he sentido el círculo a mi alrededor. Me he deprimido. He tenido algo de suerte. He salido de mis pozos y encontré el cielo límpido de las letras, cine, música...por las noches, el esqueleto invernal de la higuera, deja ver cientos de estrellas, alimento neuronal de ideas y recuerdos.
Y una luna como pan antiguo, oronda y lironda, siempre riéndose del inútil divagar humano.
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