No dejar ni el postre a la santa muerte.




Un corazón de leche merengada con su pizca de limón en recuerdo del turbulento pasado. Un cerebro de algodón inmaculado que se deshace en pétalos de voluntaria ignorancia . La pérfida carne envuelve el deseo que se muere a la puerta del harén. Que poco festín, Señora de la Santa Muerte, ni siquiera como postre me vas a hincar el diente. Aquí, silencio y luna, sin un mal grillo que moleste a esta espera de las trompetas de Jericó.


"Para romper el silencio, escuchar "Los colores de la noche" de Dmitri Shostakovich".

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