Mis padres podían haber sido.




Mi padre podía haber sido un buen actor de cine del Oeste. Parco de palabras, estoico de gestos. Un John Wayne alto y fuerte, con un poco de tripa a causa de los sabrosos guisos de mi madre. La única vez que salió del pueblo fue para ir a una guerra civil. Cuando aprendió a meter un peine de mauser, cinco balas, por un agujero de ladrillo, lo mandaron a la trinchera en la Ciudad Universitaria. Luego a Teruel. Luego al Ebro donde cayó herido. Convalecencia en Galicia. El gallego quería que se casará con una de sus hijas. Pero volvió al secarral aragonés, a sus ovejas, a su sierra. Era un hombre muy guapo y muy tímido. Se casó por causalidades de la vida. Una tormenta lo hizo refugiarse en una finca y conoció a la cocinera. 40 años él; 35 años ella. Dos soledades se compartieron en una casa con cadieras y chimenea. Un árbol de sombra y un banco de piedra. Una radio grande donde pusieron música y voz a unas letras que envió mi madre:"Dehesa Nueva que grandes cosas tienes. Desde los trigos verdes al vino sin aclarar. Las perdices de Cristina, los conejos del Romeral. Los corderos de Manolo y las migas de la Sara. Está emisora amiga, os quiere saludar"
Radio Zaragoza "Cartas de los oyentes"
También escribió a la revista "Alba" y contó cómo aprendió a leer y escribir su marido con 40 años, caballero mutilado y pastor. Ahí mi madre se pasó de frenada. Puso que enseñaba en la balsa a los otros pastores. No enseñaba, leía. Cosa que los otros no sabían; pero, ¿enseñar? No, claro; ¡cómo que se iban a dejar!
La sabiduría rural pasaba de padres a hijos. Yo no aprendí a matar corderos y a quitarles el pellejo, diseccionar sus carnes; porque mi madre decía que iba a ser "algo más" que pastor. Cirujano o veterinario. Siempre había que aspirar a más. En fin.
Luego la vida te pone a dar vueltas en la hormigonera con circunstancias, amor, rebeldía, lecturas, filosofía; y sale cualquier cosa. Hasta un ermitaño rodeado de gatos y perro.
Pero mi padre podía haber sido un actor respetable; vale, en Almería como cowboy en spaghetti western. Mi madre podía haber abierto una casa de comidas en Zaragoza. Y yo, saben, estoy muy bien con todos los gatos comidos y Bigotes roncando.

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