Domingos ibicencos
Era increíble la sensación química de esperar bajar a un estado normal un domingo por la mañana. A veces seguías la malandanza hasta el mediodía con el riesgo de la empalmada. Lo hacía sin miedo hasta que me desperté en el hospital amarrado de pies y brazos. Y la p… sonda. Entonces decidí que si no podía dormir por el enzarpamiento colombiano; me daría una ducha fría y me iría a una mis playas: Aguas Blancas o Sa Trinxa.
• Aguas Blancas en plan hippie matinal. Sa Trinxa en plan destroyer en calma.
• En Aguas Blancas una mañana dominical cogí la tumbona y me refugie del sol a la sombra de los riscos. Encendí un maiflower (marihuana con hachís) y abrí una coronita de la pequeña nevera con hielo.
• ¡Bajando voy, bajando contento!
• En eso noté como me caían fragmentos de roca muy pequeños. Alce la vista. Creía que me había quedado dormido y soñaba. Raro soñar con un peta en una mano y una cerveza mexicana en la otra, no?
• Además, en segundos, noté cierto desentumecimiento en el dormido bálano.
• No era para menos: una joven desnuda descendía en descenso libre como una araña. Sus piernas, buscando apoyo en los salientes, se abrían en un compás anatómico de puro deleite.
• Apuré la calada; terminé la cerveza. El sueño y la paz se fueron como una lancha narco hacia Argelia.
• --Eh, pibe. No te lo fumes todo. Creo que me merezco acabarlo.
• Y tanto. Se merecía encender otro y una coronita. Si vais a la playa pedirle a vuestra parienta, chorba, jai, que se despelote y escale por las rocas. Igual os pone un ojo a la funerala. Pero si accede; veréis que show. Mejor que una stripper moscovita.
• Total que llegó a tierra. Sudadita por el esfuerzo se bebió la coronita en dos tragos. Cuando recuperó el aliento, le pasé un peta que fumó con fruición.
• --Che, que rica está hierba. Y ese toque de hash.
• ¿ Thais también fuma de esta maravilla?
• --Conoces a Thais, claro.
• --Pues, claro, boludo. Tú eres Tasio el que le alquila la habitación. Como siempre vas tan volao no me viste con ella en las Dalias. Soy Ayelén.
• Todo esto con los ojos fijos en su depilada concha. Bueno, para ser exacto, una caravana de hormigas negras subía hacia su ombligo.
• --Uff. Me has alegrado la mañana. Tengo que entrar a currar al hotel rural y voy súper.
• Me dio un beso por mejilla con roce de pezones y se marchó por la arena hacia su motorino; moviendo con diabla cadencia sus duras nalgas de deportista.
• ¿Y qué hice yo?
• Pues irme al Anita a tomar unas cañas y contárselo a Toni. Un calamar a la plancha con patatas payesas y a casita a dormir. Las cosas buenas, como el buen vino, tienen que respirar. Tomar su cuerpo antes de que, en un despiadado hachazo, nos saquen el espurio placer.
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