Cartero y carpintero.
La escena de mesa de cocina entre Jack Nicholson y Jessica Lange ha hecho más por los carpinteros que el sindicato de la madera. Ese polvo salvaje entre harina en suspensión, compás y lanza penetrante, es homérico. Aderezado por la inmoralidad de poseer a la mujer del que te dio trabajo y comida, suena a delicia celestial. Ya saben la canción:
"Todo lo que me gusta es ilegal.
Es inmoral o engorda"
Tampoco vayan a salir corriendo a una tienda de lencería a comprar unas medias color carne con liguero para regalarlas a la camarera que les pone bien palote. No, por favor. Estamos en el siglo XXI. Y por menos te pueden enchironar un fin de semana. Aunque la trabajadora de hostelería, cosa rara, llevé pantalón bajero, tanga fosforito, y tatuaje señalizador. Ni se les ocurra. Eso era antes, cuando éramos unos zoquetes machistas. Ahora, somos tan light, descafeinados, que si llueve, busquen refugio o se diluirán como azucarillo sin aguardiente. Estaba yo obnubilado con la rubia del ojo estrabico más sexy y femme fatale de la historia del séptimo arte, y, acabó en los tiempos actuales del "ni chicha ni limona". Aunque, para ser sincero, se habla mucho del empotramiento de la mujer...ah, no, que me dicen que es el empoderamiento. Vale, vale, no me denuncien. Uno ya es antiguo, usado, y sólo puede recordar alguna mesa floja viniendose abajo bajo el poderío de la juventud.
Tengan un bonito sábado. Y ríanse de Janeiro. La risa no envejece, tanto.
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