Can Rafal.



En invierno hacíamos trabajos de albañilería. Lo que vulgarmente se llama chapuzas. Tras trabajar en cocina en un hotel lleno de alemanes toda la temporada turística. Era un hotel a la antigua. Te daban un buen desayuno, comida, y merienda cena. Habitaciones para trabajadores. Todos derechos: finiquito, fin de contrato para coger el paro o la ayuda. Y si todo había ido bien te llamaban a la temporada siguiente. La primera semana de noviembre la pasábamos entre paellas al mediodía y guisos de pescado a la noche. Mucha cerveza y vino. Luego, sí surgía, trabajábamos en albañilería. En el bar se corría la voz. Y un año salía bien; pero otro, era tiempo y dinero perdido. Nuestro "pera negra" se llamó Rafael. Era un canario que decía haber sido maestro de obra. Fuimos a Vila (Ibiza capital) y retejamos una casa en la Marina. Miquel era oficial, Churri y yo sabíamos algo. Para comer acudiamos a Can Rafal donde teníamos mesa reservada. Vicent y señora nos preparaban guisos de cuchara típicos ibicencos: guisat de peix, borrida de ratjada, sofrit pagés, arroz de matanzas, etcétera. El canario se encargaba de abonar los menús. De no pagar nada, mejor dicho; pues el día que terminamos el tejado, desapareció. No eran sólo los menús de los cuatro; el maldito timador, mientras nosotros trabajábamos, se ponía a caldo a base de coñac. Fuimos a su apartamento, nada. Preguntamos en el bar más cercano: tenía una cuenta pendiente kilométrica. Encontremos al que le había alquilado el apartamento. Le debía dos meses. Fuimos con él no fuera que se hubiera muerto. Al abrir la puerta pensamos que sí dada la peste que producía una montaña de bolsas de basura chorreantes. Botellas vacías, latas estrujadas, ceniceros llenos de colillas. Ni rastro de ropa ni nada personal. Se había dado el piro. El trabajo lo había estado cobrando día a día con la excusa de pagarnos y abonar la comida. Típico de pirata. Este se libró. Alguno había sido pillado en el aeropuerto y los currantes le habían propinado una soberana paliza.
Miquel era ibicenco de Corona, su hermano un político de renombre, tenía que dar la cara en Can Rafal. Así que allí fuimos a exponerle a Vicent nuestra situación. Le dijimos que le pagaríamos en cuanto pudiéramos. Nos dejó sorprendidos:
"Si os ha timado a vosotros. Me ha timado a mi también. No me debéis nada."
Un hermoso gesto de un gran hombre.
Hoy me entero por el Diario de Ibiza que ha fallecido. Descansa en paz Vicent Marí
Disfruta del cielo de los justos.
Ibiza te recordará siempre al pasar por tu esquina.
Y a tu imperturbable sonrisa.

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