Atmósferas

La magia y la atmósfera son el todo. Si en una atmósfera personal presente se introduce la magia; se llega al momento sublime que se asentará en la memoria a perpetuidad.
Recuerdo salir licenciado del cuartel donde había pasado diecisiete meses. Era momento de lanzar un “hurra” y conducir sin parar hasta Pamplona. Era un 7 de julio. También actuaban los “Stones” en el Calderón y ni siquiera me preocupe de adquirir entrada.
Me detuve a tomar perspectiva de la situación desde el aparcamiento de tropa. Sonaba Triana en el autorradio. “Sombra y luz”. Y me entró una nostalgia demoledora. Ya no iba a sentir la alegría inmensa de salir un viernes a la tarde hacia el pueblo. Ni la tristeza resacosa de volver el domingo. Partir en tres trozos el bocadillo de mi madre y compartirlo con dos compañeros que habían pasado el fin de semana de servicio de armas. Esa atmósfera mágica no volvería a repetirse.
Existía el empuje, desde luego. El empuje nunca me faltó. Incluso para las aventuras más desdichadas; contrarias a mí natural naturaleza. No voy a negar que no disfrute en el intermedio. Soy humano. Cuando alcancé la paz del auto marginado, el maldito marcado a fuego por su individualidad, no deje de gozar de atmósferas creadas por mi derrota. Barcelona, lluvia y radio 3. Mes tras mes en mi gran habitación leyendo y radio 3. Luego vendría Anagrama; se podría decir que enloquecí con aquellos libros grises y amarillos que publicaba Jorge Herralde. Incluso tenía sueños donde entraba a una casa abandonada y encontraba cajas llenas de libros amarillos de un tamaño bestial.
Las atmósferas pidieron un personaje, un actor, un alter ego; gustosamente se lo proporcioné, disfrutando en la actuación.
Anagrama ya no publica grandes obras; radio 3 es una mezcla de los 40, cadena dial, y radio woke progre. Full de Estambul. Cacabú.
Y obligados a seguir, no queda otra; pergeñemos nuestras atmósferas en paz y respeto.
¿Qué se creen que hago escribiendo este monólogo?
Inventar la atmósfera para sobrevivir un día más.