Adopción
Siendo un perro callejero decidí adoptarme a mí mismo. Mi condición de callejero nada tiene que ver con delincuencia alguna. Más bien con una ferviente inclinación por dejar mi circunstancia esclava-obrera y conseguir un status de libertad personal. Soy un polemista redomado. Basta que digas negro para que grite blanco. Es mi gimnasia mental más eficiente para un equilibrio en un mundo que gira sobre un eje corrupto y podrido. Viniendo del gilipollismo he conseguido abrevar en las aguas de la ilustración autodidacta. Poniendo en un altar a quien me sufrió y aguantó en aquella época sumariamente estúpida.
• Tampoco es para darme de cabeza con la pared del arrepentimiento. Lavado y bautizado en las aguas del entendimiento; en conclusión, el premio es una querencia por la soledad y la filosofía del perro adoptado. Reitero que me he adoptado a mí mismo. Así que soy la mano que me da golosinas y me acaricia con satisfacción. Nunca mejor dicho. Debería enseñarse en la facultad de filosofía y letras: tratado sobre el comportamiento del perro adoptado. De ahí saldrían grandes empresarios y maestros del absurdo. Ejemplos: enciendan la radio y escuchen las noticias. Todos perros adoptados. Nada más.

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