"IBIZA CANIBAL" Comienzo....


He empezado a pasar limpio "Ibiza Canibal" podeís leer algo pero no es tiempo de criticas negativas. Siempre podéis decir que empieza bien....

No he querido ni mirarme al espejo. No he tenido valor. Sé que algo ha golpeado mi ojo derecho. He chocado contra algún puño adverso o enemigo o contra algo que no debía. Tengo el parpado que late como una salsa de tomate a fuego lento. Desnudo me he levantado de las pringosas sabanas cuando la pesadez de mis intestinos se hecho dolorosa y agobiante. Funciono al revés. La diarrea surge a los dos o tres días días del exceso de bebida. Antes se produce un colapso total de somnolencia. Sólo rota para beber agua fría con la sed de un camello atravesando el desierto con ardores de estomago.
Me aposento sobre la blanca loza, enciendo un cigarrillo y que espero paciente que el humo penetre y su efecto mueva mis tripas. No soy fumador. Sólo tengo cigarrillos para estas esporádicas y absurdas situaciones. Cuando noto el movimiento, el abrirse las aguas del mar Rojo, intento desprenderme del cigarrillo. Inevitablemente al intentar meterla por el escaso hueco me acabo quemando el vello púbico o la mismísima polla. Soy muy inteligente. Me operaron a los 5 años de un coagulo en la vena que suministra savia al cerebro. Me salvé por los pelos. El médico dijo que o me moriría o me convertiría en un genio. Ando paciente en lo segundo. Siendo muy inteligente, repito, mi inteligencia es demoledoramente abstracta. Casi la ocupo por completo en el campo pedregoso de no aburrirme. Ergo soy un gilipollas muy listo.
Todos me llaman J. No me llamo ni José ni Javier ni Juan ni mi gentilicio empieza por J.
Desde que me hacen caso en las barras de bar mi bebida es Jotabe con hielo. En chupito o con hielo o en verano en cuba-libre de coca cola.
Mientras mis intestinos se deshacen del peñón de Gibraltar, noto como si me quitará un error muy grande de encima. Como si descargara para darlas a diestro y siniestro disculpas que nadie me iba a pedir. Todo el mundo tiene una cazadora blanca con manchas de vino y pecado que se niegan a salir.
Cojo la ropa del rincón del baño. No encuentro la cartera. Los bolsillos a rebosar de calderilla, chicles espachurrados, pegados a billetes arrugados de pequeño calibre. Y no hay esperanza porque el baño está a la entrada y nunca paso del umbral del sucio estudio sin desnudarme y ducharme. Ya me siento bastante sucio por dentro como para soportar la piel que el sobrepeso de la culpa vuelve del tacto de un viejo lagarto. Aún mojado y ungido en cara colonia me desmayo sobre la cama a dormir mis excesos. Sueño poblado de sobresaltos, pesadillas y dolorosas mordidas de lengua.
Estoy hecho un asco. Pero dentro de la antigua biblia de mi abuelo, 1932, tengo 24.560€.
Veo los billetes cien, doscientos, quinientos, reposando dentro del sobre de la constructora.
Me levanto. Bebo una lata helada de coca cola de un trago, eructo, pongo la radio.
Son las 7:00 am de un día cualquiera de un mes de abril. Ahora debería estar metiendo inmigrantes ilegales en la furgoneta de la constructora. Amontonados hasta llenar todo el espacio. Siempre más de 20 seres humanos aferrados a su mochila de la que surge la tibia bruma de los arroces aprisionados en los termos de café. Arroz con cuartos de pollo sazonado a rebosar de especias con nombres picantes o enigmáticos: achiote ají para seco, ajonjolí en arroz caldoso.
Todo un comando de currantes bajo sus gorras de béisbol y con los ojos velados por la visión interior de sus lejanos hogares con sus mujeres e hijos.

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