Buenos días isleños y mañicos. Ayer, tras comer bien y con substancia en el bar restaurante Napoli, hicimos el viaje inevitable al nostálgico pasado. Recorrimos los caminos, las habitaciones abandonadas y llenas de guano de golondrina. Habitadas por un momento por los recuerdos peregrinos de quién vivimos en aquellas estancias cuando la vida las habitaba con toda su decoración vital. Alicia, mi prima, recordó su verano en que ejerció de niñera de este que escribe. Recordó aquellos días con evidente alegría y su esposo, fotógrafo meticuloso y profesional, saco unas instantáneas para la eternidad. Perspectiva y luminosidad en cada plano. Gracias anticipadas, por si me las mandas. Luego subimos al Santuario de Rodanas. Unos caballistas, jinetes bajo la tenue lluvia, nos sorprendieron con su aparición bandolera por el camino de Orchi. Venían desde cerca del Moncayo por Illueca. Con sus ponchos de lluvia y su botos de montura embarrados por la tierra roja. Un perro nervioso por la aventura les acompañaba ansioso de encontrar comida y cubil. La hija de Pedro el Santero me recordó que había leído mi novela "Desnudos bajo la tormenta" y le había emocionado el fragmento que transcurre en el restaurante Hnos Andrés. Lugar donde prácticamente empieza la trama de amor y dolor de la novela.
Luego entre dos luces, bajo el canto del gavilán que inicia su cacería, nos sorprendió la visión del valle del Jalón con las luces de sus pueblos titilando en la oscuridad descendente. Épila, Salillas, Lucena....a un lado no lejano Calatorao, tenuemente. Cazador de imágenes no corrientes; Luis Mari, me obliga a parar la furgoneta para tomar imágenes de las torres huérfanas de la antigua azucarera. Claroscuro que bien valdría para la caratula de un disco de música apocalíptica. Luego entre chaparrones que van y vienen, fotografía el Palacio del Conde de Aranda en principio de restauración. Y para terminar este deambular al albur del recuerdo y la creación de más recuerdos; siempre es así, amén, fotografía con perspectiva de punto de fuga bajo la Iglesia de Santa María la Mayor. Luego, despedida, y este que escribe se retira a su caravana a dormir. Las emociones fuertes personales me llevan a la paz de lo vivido como experiencia orbital de una vida sin casi sentido pero fuertemente aferrada a sus bases. Libertad, Justicia, Solidaridad, Fraternidad con el necesitado, y, muy importante: Castigo duro y sin paliativos con el que rompe estas bellas palabras manchándolas de indignidad.
Un buen domingo de resurrección; ojalá, sirva para que muchos malvados resuciten para el bien y la buena voluntad. Aleluya.

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