Tinte barato bajo la lluvia contaminada de Barcelona.

Olía a rayos/era gorda/supuse que tendría un coño al menos/y que el mal olor
era del tinte barato de su pelo negro que bajo la lluvia sucia de Barcelona
sacaba inhiestas espadas de un trigueño todavía más sucio.
Whisky aguado en un vaso en la acera. Como el pis de las palomas de la catedral inacabada.
Malos tiempos ¿malos? Podían haber sido peores/ muchísimo peores
tenía aguante/una habitación en una pensión limpia/ una cosa por las mañanas parecida a un trabajo.
Tenía que tomarme un chute de J.D. para poder afeitarme y hacerme el nudo de la corbata
y salir al sucio despertar barcelonés a vender alarmas caseras.
Nos daban una miseria para comer y el metro
el resto dependía de la labia para colocar el producto
el trabajo consistía en asustar amas de casa solitarias con los peligros de la delincuencia
asesorados por la Jefatura Central de Policía deciamos en un susurro cándido
seguramente la empresa tendría contratados raterillos de segunda fila allanandonos el camino unas semanas antes/algo suave con un destornillador pero eficaz
Las pobres ilusas generalmente eran inmigrantes que tenían miedo que les robaran sus medallas de oro con la virgen de su pueblo.
La frase que remataba la operación solía ser: "No le gustaría volver de comprar y encontrarse la casa patas arriba. Y todas sus cosas, fruto del duro trabajo, desaparecidas para siempre. Mire como le han dejado la puerta. La próxima vez entrarán; sino tiene alarma, claro".
Y hacían números con los dedos. Aquellas extremeñas, andaluzas, gallegas, levantinas, arrugadas por el tiempo y el duro trabajo de limpiadoras, confiaban en mi jeta de 25 años, en mi aliento de chicle de menta, y compraban la dichosa alarma.
-El sábado vendré yo mismo a instalarla y darle instrucciones de funcionamiento. Lleve esto al banco y que nos hagan la transferencia.
Comíamos pollo frito con abundantes patatas fritas y nos poníamos tibios de vino peleón allá por Cornella.
Volvíamos al centro caminando sin prisa. Mirando a las chicas desde nuestras corbatas y americanas de segunda mano. Y nuestra rijosidad latiendo en los arrugados vaqueros.
Cuando llegaba al paseo del Borne/la amarillenta luz quitaba las sombras a los plataneros/compraba queso y un buen vino/esperaba que abriera el Vis a Vis.
Tenía dinero en el banco/una vida renacida/ojeras de haber estado casi muerto
jugaba al billar muy profesional/ganaba partidas/bebía J.D. con ginger ale y
cuando cerraban me iba a cerrar el Magic con Julia y Julio, los dueños.
Se quito toda la ropa mientras conectaba mi radio de bolsillo a unos pequeños bafles y buscaba tinto francés bajo la cama.
Era tremulante. Un galgo en una orgía de liebres ciegas.
Toda aquella carne dispuesta y expectante, para ser amasada, indolentemente abierta
a la espera de una erección decente y consistente.
Estaba tan loco que me corría y seguía bombeando, ella no notaba nada y hacia todo lo que estaba en su boca por llevarme al final, cuando lo que hacia era echar carbón a la caldera para arrancar de nuevo.
Así hasta que me despellejo el culo con sus uñas, sacándome tiras de piel para hacerse un chaleco,
la muy puta, creí que se venía abajo el edificio, solo eran las dos viudas gallegas dueñas de la pensión, quejándose.
Era gorda/olía a lluvia vieja/pero era increíblemente joven/una inglesa de au pair de 19 años
no era una adalida de Rubens/no/era una jamona dura como mármol blanco de Botero.
Seguí con las alarmas/algunos sábados me invitaban a comer/le dabamos al vino/calisay/patxaran/la tarde se travestía en noche/acabábamos en la cama
la inglesa en el Vis a Vis esperando/fumando/bebiendo gin tonic a mi cuenta
mientras sudaba encima de mujeres que podían ser mi madre
Puta soledad/como abre grifos de palabras/remueve el miedo y llena el horno de pan negro
Viudas/divorciadas/ adulteras con el marido en la cárcel o en el hospital o el manicomio
Salía por las mañanas del domingo/ocultándome del sol otoñal/buscando un bar abierto para enjuagarme la boca con anís con menta.
Y allí en la pequeña habitación con el Guernica sobre la cama/ me esperaba mi holocausto incendiario/ la inglesa en pelotas fumando/ bebiéndose mi vino/ con 19 años
y más condenada que las canas de mi abuela.
Me echaron las gallegas/ me fui a su piso/ un antro que compartía con otra uppair delgadisima.
Me cambie del J.D a la ginebra con hielo y una ramita de hierbabuena que comprábamos en el bar moro.
Luego perdí el trabajo y la memoria por culpa de la bebida blanca....las carnes blancas.
¿Qué si me folle a las dos inglesas?
Acabo de decir que perdí la memoria/colega/pero vi un día el calendario sin estar pedo/era 22 de diciembre del 86/la radio andaba loca con la lotería.
Saque mi maleta de debajo de la cama y me fui a la estación.
Vuelve a casa por Navidad o al menos escápate de la locura de los coños de 19 años fuera de su país.
Comentarios