Viejo amigo, entra, pasa sin llamar.

Las hogueras que enciende el amor no las apagan las babas de los necios.
El lagrimeo del placer no es la bendición de la cebolla.
La luz blanca del orgasmo no son angelitos cantando cumpleaños feliz.
La gasolina del corazón no se paga con Visa Oro.
El deseo ferviente es una fruta por madurar en la nevera.
Mira, soy como soy, intentando crear palabras para lo que se pierde y no se vuelve a encontrar.
La dicha es una camisa de domingo unas horas antes de mancharse de salsa de tomate.
En la boca se pierden los jugos del amor
Borrando las palabras los suspiros de las estaciones por venir.
El viaje de tu soledad a mi isla desierta
Es el eco de un beso en la oscuridad de la noche.
Comeré tus pieles usadas como granos de roja granada
Te amare hasta que amaine la pasión y en el puerto dejemos la barca vacía de frutos del mar.
La determinación de amarte es inseparable de la determinación de respirar
Un sosiego de silencio en la madrugada que canta nanas de viento al corazón que palpita trémulo por la ansiedad del sueño.
Oh, de nuevo, viejo amigo, entra en tu casa y toma la mejor habitación.
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