UNA PRIMAVERA SIN MARIPOSAS

Tardada, al final de la tarde; crepúsculo de las palabras de nuestros abuelos y de las mariposas del campo. Espero que aún quedara alguna pepa o picaraza. Una vez encontré en un nido, un anillo que había perdido el año anterior. Se van perdiendo las palabras queridas de nuestra niñez, el paisaje, y hasta echamos en falta en ese aire tristemente vacio, la alegre populación de las mariposas. Me imagino que sentiría al ver el vacio sideral de la azucarera y el cuartel, su casino de ladrillo macizo cara vista. Todo desaparece en aras del progreso. El vacio sideral será ocupado por una urbanización de adosados con piscina comunitaria. Las manzanas de la ribera del Jalón son y serán bien consideradas en los mercados de Lérida, y las mariposas han dejado de vivir en las vegas. Daños colaterales. El día que la Humanidad sea borrada sobre la Tierra, algún Dios le dirá a otro Dios: “Que le vamos hacer; son daños colaterales. Se habían desviado mucho de su génesis. Así que borrón y cuenta nueva. Y en tu galaxia, ¿Qué tal se portan? En la mía aguantan sin desmandarse mucho. Les he dado algunos avisos y han rectificado. Qué suerte, los míos sordos y ciegos perdidos. Al final me canse. Te comprendo, dirá el Dios orgulloso de su pueblo.
Cae la tarde, o sea, entramos en la tardada, y me acuerdo de aquellas mariposas gigantes de mi niñez que, ávidas de luz, se estrellaban contra los fanales del chalet,. Las recogía del suelo y colocaba dentro de algún libro grueso. Pasados los años, solía encontrarme sus fósiles resecos pero manteniendo los vivos colores. Sí encontráis alguna en el suelo guardarla bien comprimida y así podréis enseñarla a vuestros nietos.
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