La guerra de las palabras

Buscar las palabras adecuadas o más representativas de tu estado anímico puede ser un verdadero mal trago. Puede acarrear insomnio, nerviosismo, bilis; lo más parecido a una resaca convencional. Siempre me viene en mente el estoicismo y escaso uso verbal de Steve Mcqueen. Su forma de mirar, sus gestos, su forma de andar y encogerse de hombros ante la evidencia de la inutilidad eran un lenguaje vivo, al menos para sus admiradores. Pero, resulta obvio, que no se puede llevar un blog de miradas, gestos y rictus circunstanciales. Así, emborronando cuadernos, las palabras van formando oraciones y las oraciones van acercándose al estado anímico del momento. Me gustaría poder decir: a tomar viento, a la papelera, a leer y escuchar música en la radio. Pero entonces estás perdido. Las palabras que no escribes se enquistan como cánceres y forman una colmena de avispas airadas en el cerebro. Por lo tanto, hay que continuar, envidiando al hermético Steve Mcqueen.
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