Las uvas amargas te darán la vida

Bosques en llamas se apagan con una lágrima peregrina
Balsas quejumbrosas desfragmentadas en provincias resecas
Se confían al cielo preñado de enriquecedora lluvia
La oscuridad es habitada por imágenes de barbecho estéril
Un perro joven agoniza bajo una cepa cargada de racimos por madurar
En su impotencia y aflicción se lamenta al cielo de Agosto
Arrastrando su pierna atropellada y tumefacta
En una lucha tenaz de supervivencia
Come las uvas acidas que le dan respiro y aliento
Al cabo de dos semanas aparece cojitranco/enflaquecido/puro pellejo
Al que todos dábamos por muerto
Al poco tiempo corre tras mi ciclomotor
Su mirada de resucitado/ velada por una nebulosa de recuerdos/ pide clemencia
Al sol de cada día y a la noche en su jergón
Cuando me encuentre herido/ maltrecho/ abandonado
¿Debajo de que árbol me cobijaré esperando el mana divino?
¿Qué frutos redentores se hallarán cerca de mi reseca boca?
Doblegando al ímpetu de la noche que me cerca con sus alambradas de recuerdos/reminiscencias de tantos corazones muertos/rostros impostados burlándose de mí pesar/sucumben en las llamas de bosques incendiados/se arrastran como viscosos sapos por terrosas provincias resecas de vida.
Mi perro sabía que no había que flaquear/alzarse más allá del dolor hasta los frutos verdes
Mascarlos sintiendo la amarga savia benefactora que deja de engordar dulces uvas para inyectarnos vida/aunque la mayoría de las veces no nos la merezcamos/viviendo la mezquindad como religión y filosofía.
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