Los domingos, descanso y maldición

Afilan sus aristas las esquinas de la noche/sombras de goma recorren las avenidas/luces de neón barren la oscuridad.
Una vieja “Volks” se mueve con la frenética fiebre del sexo furtivo/el cornudo oficial cuenta chistes sobre cornudos/su mujer arranca las cortinas de la furgo en el orgasmo/su boca se silencia con una rasta gruesa y sucia.
Las farolas iluminan las rayas de cocaína sobre los capos/muertos que fuman y ríen su desconocimiento de la propia muerte/andan camino de sus panteones de protección oficial.
Una mujer sola/ se masturba con trémulos dedos/ mientras escucha el partido de la semana/las maldiciones de su borracho marido/estalla/se corre/exclama: “Me caguen tus muertos, maricón”.
Una pizza con sabor a cartón/un tetrabrik de blanco insípido/un sueño que no viene/el jazz en una radio y las crónicas taurinas en otra.
La desolación de una fotografía/el tiempo perdido en un reloj de fina arena/las corbatas en el Templo ahorcan la individualidad del Hombre/ningún esbozo de sonrisa/solemne tristeza bajo el incienso de la mentira.
Un domingo sin sol/nieblas de vainilla/llenan los espesos minutos/las hojas del dominical aúllan su abandono en el wáter/su inutilidad declarada/su rutinaria compra inútil.
Las adolescentes comen pipas de calabaza/se suben sus jeans/ocultan sus tatuajes culeros/sus tangas fosforescentes/sus orgasmos de internet esperan en casa bajo un poster de Bisbal.
La paella estaba muy buena/dos chupitos de tomillo/cuatro parados en petit comité/espias del trabajo ajeno con el barro de la crisis hasta las rodillas.
Vete domingo, vete. Prefiero el lunes de blanco satén.
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