Era tan hermosa la sonriente muchacha
Era tan bella la dulce muchacha
que todos los domingos de baile
el sol reclamaba la presencia de las nubes
incapaz de combatir con ella en hermosura
Era tan inocente en su risa de arroyuelo serrano
tan virgen e inmaculada
que las monjas del convento
corrían a confesar soñados pecados
Bajaba por la calle principal
con su ligero vestido de cortina de cocina
y unos veían a una princesa de cuento de hadas
otros no veían nada al intentar imaginar lo prohibido.
Era tan melodiosa su voz
que rayaba los discos de la sinfonola
cuando embelesada hablaba de amor con su galan.
Eran sus labios de cereza tan deliciosos
que cuando daba un sorbo a su leche helada
en la tienda del Trompeta
las vacas de la vaqueria bailaban una rumba.
Tenía unos ojos marrones tan grandes como desiertos de arena
a su paso hacía brotar petroleo del cerebro de los hombres más viejos.
Eran sus caderas tan armoniosas y bien equilibradas
que los perros callejeros la seguían moviendo el rabo al compas.
Olían sus cabellos a enaguas de angeles sin sexo
hasta los perfumistas de Paris ¡Oh,la, la!
le ofrecieron una villa en Sant Tropez
a cambio del secreto de su fragancia natural.
Era su risa una caricia para la montaña/un beso para el mar
su eco/aún me salva de la pesadilla de vivir sin ella
Creís que exagera el poeta
que no pudo haber una muchacha así.
Pues a mi recuerdo pongo por testigo
además se llamaba, y se llama por muchos años:
María Pilar.
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