Rutilantes strippers.

Los días se caían del calendario como los zapatitos de ángel caen de las acacias. En vertical silencio, sin acrobacias ni malabares de truhán, habiendo quemado la baraja sin suerte de su vida, sólo pensaba en sobrevivir al derrumbe. Lo que empezó como tregua, se convirtió en fuga. Rompió el reloj para escuchar los latidos del sol. Las noches de goma, gota a gota, le inyectaban la sabiduría del creyente. No daba una nota discordante. Enhebraba la aguja para suturar su corazón a cada recuerdo. Olvidaba recordar y sangraba por las uñas. En una página de riguroso luto, escribía el poema prohibido 
 con lágrimas que había robado al mar. Suspiro cual ballena enamorada, llenando su desierto de rosas de cimarrón. Destapó a la luna y le calzó unas medias rojas que robo a una farola que se ofrecía todas las noches al mejor postor. Ahora ya podían bailar al quebranto de Gardel, el tango de los suicidas. Pero quizá mañana. Hoy habrá tormenta sobre las palmeras de Hollywood y se romperán los paraguas de seda de las rutilantes strippers.




 

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