Seneca
Ahora que platico en esa intimidad de la noche, cuando los faroles calvos le quitan las medias a la oscuridad, me sorprenden las conclusiones a las que das categoría de "sentar catedra". Que tendrán esas horas mágicas, cuando el cansancio nos aprieta en los zapatos y la mente se abre lúcida. Recuerdo, de muy zagal, en la recién nacida TVE, aquélla en blanco y negro, un programa que cerraba la emisión. Sí, ya sé, el himno y el rostro de Franco, la ondeante bandera, nos mandaba, ordenaba ir a dormir. Antes daban una serie cuyo título era "El Séneca" con guión de José María Pemán, interpretada por el genial Antonio Martelo. Apenas media hora de unas lecciones magistrales a la vez que sencillas. De fácil entendimiento, en una España semi analfabeta. Ahora, entre cliente y faena, tengo un interlocutor admirable con el que disfruto de una amistad surgida de mutuo propio, sin condicionantes sociales. Porque sí. Y ambos nos educamos recíprocamente y en educada forma. En cordial armonía diseccionamos la vida desde nuestro humilde entender. Humilde pero, a ver, que algo hemos vivido, malo y bueno. Le llamaré mi Séneca, pues me aporta necesaria serenidad y firmeza. Aunque, entre nosotros, sólo cabe llamarlo amigo.
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